martes, 2 de junio de 2009

Un pequeño relato trágico

Muy buenas hoy estaba pensando que como aun no he terminado el capi 5 que sigue ahí muriendose de risa de mí, y en vista de que me viene la inspiracion para escribir otras cosas pues voy a dejar lo último que se me ha venido a la inspiración; me han dicho que esta muy bien y creo que me lo he creido asi que lo dejo a criterio de quien lo lea y pues dicho esto ya no me doy más preambulos saludos.




No intentaba nadar, y no podía entender porque no lo intentaba siquiera,
No intentaba zafarse de aquellas garras tan frías y tan suaves del agua helada.

Aquella mañana, solo, se había levantado de la cama como todos los días un poco cansado aún, por el esfuerzo que había dado en su trabajo el día anterior, una ducha bien fresca porque fuera le esperaba un día de sol resplandeciente que ya se avisaba a través de las ventanas del salón que iluminaba también el pasillo y un poco más, estaba contento porque hoy se sentía con ganas de darlo todo, otra vez, y también porque hoy llegaba de aquel viaje tan largo su compañero, quien compartía con él, el apartamento que alquilaban, quien compartía los gastos de la comida del recibo del agua y de la electricidad, hoy llegaba para apaciguar sus angustias y para darle más calor a su vida, quizá por eso se sentía tan bien pese al trabajo de ayer, quizá por eso hoy el sol resplandecía más que cualquier otro día.

Hoy se fue a trabajar y cuando volvió se encontró con un apartamento medio vacío, todo desordenado. “No puede ser me han robado” fue lo primero que pensó, pero luego observando mejor se dio cuenta que solo faltaban unas cosas y no eran suyas, faltaba ropa en el armario, faltaban sus zapatillas de deporte favoritas, las de su compañero de apartamento, faltaban también sus objetos personales y también aquella guitarra vieja con la que en más de una ocasión le había cantado canciones de amor, canciones que le llevaban hasta el infinito y le hacían volver para luego salir a pasear por entre las nubes y junto a las estrellas sobre el mar.
Faltaban solo las cosas de él, y no lo terminaba de entender. ¿Acaso un ladrón había venido solo a llevarse las cosas de su amigo? ¿Qué iba a hacer cuando el viniera y viera que faltaban sus cosas? Pero una nota triste y con lagrimas le esperaba en la mesita del salón, una nota que lloraba de angustia al saber que iba a ser leída ya, una nota gritaba de angustia allí debajo de un portarretratos en el que se veían a dos personas, dos jóvenes abrazados compartiendo un beso tierno y lleno de amor.

Lo siento me marcho.
Espero que algún día puedas perdonarme.

¿Es que acaso habría tenido que salir de viaje de nuevo? ¿Es que acaso era tan urgente su partida? No terminaba de entenderlo ¿que significaban esas palabras? ¿Qué quería decir con “Espero que algún día puedas perdonarme”? pero de repente una idea vino clara, fugaz, incierta pero parecía razonable, ¡te ha dejado! Se ha marchado antes de que vinieras porque es un cobarde que no se atreve a dar la cara.
No puede ser, eso no era cierto pero entonces ¿Por qué esa nota?
Llamó a su teléfono móvil y un mensaje amable sonó
“¡lo sentimos, el numero al que usted está llamando ya no está operativo!”
¿Qué significaba eso? ¡Había cambiado de número de teléfono! No era posible ¡además de dejarte no quiere saber nada de ti! Le decía una voz en su interior.
Desde ahí solo cuerda lágrimas, amargas lágrimas que desgarraban su piel abriéndose paso hasta caer en el olvido, un doloroso llanto, amargo como la hiel, que estaba atascado en su garganta y no le dejaba respirar. Desde ahí solo recuerda haber visto morir 3 veces el sol y llenarse de oscuridad su habitación por el luto del fallecido, recuerda oír sonar el teléfono y también oír voces preocupadas preguntándole dónde estaba.
Recuerda haber cerrado los ojos una sola vez y soñar, soñar con un pasado tan feliz, tan bonito, tan lleno de luz, de alegría, lleno de besos, de tequieros, soñar que sus anteriores días no hubieran sido más que una pesadilla terrible. Recuerda que soñó con aquel chico ingenuo que se desvivía por su amigo, por su amante, por su compañero de vida durante mucho tiempo.
Desde ahí solo recuerdo que cuando desperté me dirigí hacia la puerta, bajé las escaleras, caminé por las calles bajo el manto de una noche sin luna y sin estrellas que parecían haberme dado la espalda, una noche de calles vacías, y caminé como un muerto en vida, caminé sin saber cómo podía sostenerme en pie y no sé cómo, pero llegue hasta la orilla de un río, un sitio tan hermoso en días pasados, un sitio de verdes arboles, de un suelo cubierto por una hierba verde que invitaba a descansar sobre ella al amparo de la sombra de unos árboles enormes y con la brisa que jugueteaba con las hojas, llegué hasta el sitio donde aquellas dos palabras me hicieron tan feliz “te quiero” aun se podía oír el eco en aquel sitio, “te quiero” y solo supe que estaba llorando cuando sentí como mis lagrimas quemaban mis rostro, cuando sentí como con una sonrisa tonta estaba allí de rodillas recordando viejos momentos, bellos momentos. Quería dejar de llorar y lo siguiente que recuerdo es una voz a mis espaldas que no llegaba a comprender,
¡Dame lo que tengas!
No comprendía esas palabras.
¡Te digo que me des lo que tienes en la mano!
¿En mi mano? y mirando hacia mis manos vi que me había traído inconscientemente el portarretratos donde estaba nuestra foto, no entendía porque aquella voz me pedía que le entregará algo tan insignificante. Pero aquella persona no sabía ni siquiera que era lo que yo llevaba en mis manos. Recuerdo oír a aquella misma voz maldiciendo, recuerdo que me zarandeaba pero no sé el porqué, recuerdo oír un estruendo muy cerca de mí y luego recuerdo sentir frío. No sé cómo me había metido en el agua, no recuerdo que había sido de aquella voz que me reclamaba mis pertenecías, no recuerdo en qué momento me había dejado aquella persona, en paz, y no sé porqué pero me sentía bien,
No sé porqué no intentaba nadar, y no podía entender porqué no lo intentaba siquiera,
No intentaba zafarme de aquellas garras tan frías y tan suaves del agua helada.
Y de repente sentí mucho frio en mi pecho. No, no era frío lo que sentía si no dolor, un dolor terrible que me quemaba y que por un momento había sustituido el dolor de mi pérdida, y mi mente ordenó las siguientes ideas, un terrible forcejeo por quitarme lo que pudiera llevar en los bolsillos, un estruendo que casi me había dejado sordo, y un dolor en el pecho que me quemaba.

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